“Bufón
soy y mimo al hombre en esta escalera cerrada
con
peces muertos en los peldaños
y
una sirena ahogada en mi mano que enseño
mudo
a los viandantes pidiendo
como
el poeta limosna”
Leopoldo María Panero
“Con
rigor enemigo
las cosas entre sí todas pelean,
mas el hombre consigo;
contra él todas se emplean,
y toda perdición suya desean.”
las cosas entre sí todas pelean,
mas el hombre consigo;
contra él todas se emplean,
y toda perdición suya desean.”
Fray Luis de León
“Mucho después de los días y las estaciones y
los seres y los países.”
“Cuando el mundo quedará reducido a un solo
bosque negro para nuestros cuatro ojos atónitos
-en una playa para dos niños sinceros, en una casa musical para nuestra
clara simpatía-, os encontraré.”
Arthur Rimbaud
…
Desde la columna en la tarde verde
vislumbro cómo se encienden a veces
las viejas arcadas, aquellas tapias y
caminos impregnados de extraño perfume
que recuerdan a un vetusto colegio mayor
convertido en caballeriza distópica,
bien surtida de tanques oruga, ciclos,
brutos, rancheras y berlinas francesas.
Más extraño: las caballerizas que fueron,
o cantina más tarde; pero os digo, creedme,
que nada de eso hay ahora, sino que
aparecen un silo y un polvorín de pájaros de acero,
palomas, y una estatua renacentista, un
busto quizás, del padrecito Maquiavelo en bronce.
…
Y un general ruge en el claustro desolado
y cubierto de chapas que repiquetean sazonadas de ácido
mientras los obreros de Irszskal recogen
piedras y dovelas; las manos palpitantes se apresuran
pulverizando oxido sobre una secuoya cron en la ciudadela invadida por espigas,
grajos y ecos atronadores de ordalías ya
pasadas, o por algún agua sin nombre que corre.
Se retiran a lo lejos dos potencias enfrentadas
y se despuebla el erial del Duero
nuevamente: las columnas de refugiados se
adentran en la estepa sobre avispas-ruwx,
camino de nada, pensándose en la grupa de
Quirón; más allá del miura y el caballo,
cubiertos de hez y semen dentífrico de
las alturas, en dirección a New Skyline.
…
Hay un loco enterrado en la escalera
noble, que toca la cornamusa y canta y baila
arriba y abajo, jugando al correveidile y
a ser caballero durante el baile nocturno
de miniaturas en el piso superior. Tras
el hombre tricéfalo y la carcasa de seguridad,
entre orbes de imago mundi desastrados; esferas con dorados panales en primavera y
plateadas telarañas en el cruel invierno
de sus mórbidas y obesas hilanderas, se puede ver
junto a muebles mohosos y esculturas
clásicas a dos cuervos y a un pequeño cyborg.
…
Hay un loco enterrado en la escalera que
acaricia con la lengua la secuoya del bien y del mal
recordando cuando reventó el soportal, el
siglo, la escritura y sus rémoras, los babosos lectores
que tampoco existen por fin en el nuevo
ártico, azul, azul por fin el ártico
azul como el brillo de las espadas de los
dos ángeles congelados a los pies del árbol.
Canta el loco para su dama, aquietada más
arriba, orinando sobre los escalones triturados por las balas
y raíces, canta el loco, digo, también para el finado y boquiabierto Pantaleón, el censor insepulto
y raíces, canta el loco, digo, también para el finado y boquiabierto Pantaleón, el censor insepulto
tendido sobre el scriptorium: no más que una mueca burlona de calavera; tal vez
todavía con los dedos
amarillos aferrados a una lata de rancho de la era posnucleótica, tras la barbarie, tras la era del pan, tras
un grito morado inusitado, después del diluvio, quizás un poco antes del tiempo no dicho.
amarillos aferrados a una lata de rancho de la era posnucleótica, tras la barbarie, tras la era del pan, tras
un grito morado inusitado, después del diluvio, quizás un poco antes del tiempo no dicho.
No te oía el loco de la escalera, has de
saber, porque canta solo en la fiesta de Sardanápalo,
mientras el sol se hace grande y rojo,
allá, allá lejos, más allá de la Luna y sus mareas,
más alto que el templo de verdín que, por
fin, una era geológica más tarde,
a punto de ser tragado por el mar, es derribado
bajo la mano de una niña y el polvo
se hace playa verde, … infinitamente verde.
Allí podrán amarse burdamente esos dos
ocasos, descubrir juntos el pedernal
si de nuevo una negrura absorbiera el
mundo desde una cueva, y con arena
adherida al cuerpo fumarán y hurgarán
entre las rocas, alimentándose, mientras
las ondas boreales del ciego continúen cimbreando
la noche, inyectando el anhelo azul.
…